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Una buena asignación estratégica de activos (AEA) es la base del éxito de la inversión y debería ser siempre la posición de repliegue de una cartera, independientemente de las condiciones imperantes en el mercado, y no el efectivo. En ese sentido, debe ayudar al inversionista a mantener tranquilamente las inversiones a corto plazo, incluso durante las caídas del mercado. Por consiguiente, la diversificación es crucial. Como suelo decir, uno se hace rico concentrando las inversiones, pero se mantiene rico diversificándolas, y esto se aplica tanto a las clases de activos individuales como a la asignación de activos en su conjunto. Por último, el grado óptimo de diversificación depende de la proporción de activos negociables con respecto al patrimonio total, que varía considerablemente de una persona a otra.

Asignación estratégica vs. asignación táctica de activos: ¿Hasta qué punto debe ser táctico?

La diferencia entre las decisiones estratégicas y las tácticas en la asignación de activos puede variar de un gestor a otro, y, francamente, a veces la línea es borrosa. La cuestión fundamental es si podemos añadir valor aplicando una superposición táctica a nuestra asignación estratégica de activos. Supervisamos diligentemente el rendimiento de nuestra asignación táctica de activos frente a los índices de referencia, incluyendo la AEA.

Muchos años de experiencia me han mostrado que la combinación de activos 50% bonos nacionales/50% acciones es difícil de batir en la mayoría de las divisas de referencia y sigue siendo un buen punto de partida, especialmente tras la normalización de las tasas de interés en 2022. Del mismo modo, es difícil superar una AEA bien construida con asignaciones tácticas, sobre todo de forma repetida. Por lo tanto, recomendamos invertir inicialmente en la AEA y usar las posiciones tácticas con moderación, siempre que los mercados muestren una tendencia alcista estructural.

Cómo abordamos determinadas clases de activos

Renta fija

Gracias a la normalización del costo del capital en el sistema que comenzó a principios de 2022, ahora vuelve a haber rendimientos atractivos en el ámbito de la renta fija sin necesidad de asumir riesgos excesivos. Por ello, los bonos siguen siendo una parte importante de cualquier cartera equilibrada, no solo desde el punto de vista de la diversificación, sino también como fuente adicional de rentabilidad. Aunque la clase de activo renta fija tiene muchas características atractivas para añadir a una cartera, también tiene sus peculiaridades que deben tenerse en cuenta.

En general, diversificamos entre deuda pública, bonos corporativos con grado de inversión, bonos corporativos de alto rendimiento y bonos emitidos por países de mercados emergentes. Además de estas categorías de bonos, también podemos considerar otros instrumentos de deuda, como los bonos vinculados a la inflación o los bonos de catástrofe. Estratégicamente, enfocamos nuestras asignaciones de renta fija en la divisa de referencia de la cartera o del cliente. Por lo general, evitamos añadir deuda nominal denominada en otras divisas, ya que la adición del riesgo cambiario añade poco rendimiento y mucha volatilidad. Por supuesto, esto es especialmente cierto para los inversionistas cuya divisa de referencia tiene un buen historial como depósito de valor. Los inversionistas que viven en países con un historial de alta inflación y devaluación crónica del papel moneda tienden a pensar en dólares estadounidenses o en otra divisa «fuerte».

Otro punto importante que me gustaría destacar es que las inversiones en el segmento de crédito del universo de la renta fija deberían realizarse siempre a través de fondos activos que estén bien diversificados entre muchos emisores. La indexación pasiva pura no es aconsejable en este espacio, ya que la selección activa mediante la exclusión de empresas con modelos de negocio arriesgados y balances débiles es crucial. Además, la inversión directa solo debería intentarse en carteras muy grandes gestionadas por especialistas capaces de proporcionar la diversificación necesaria.

Renta variable

La primera línea de defensa contra la erosión del capital es invertir en activos reales productivos, es decir, en renta variable. Estratégicamente, estas inversiones deben concentrarse en mercados que tengan un buen historial de creación de valor a largo plazo para los accionistas. Más concretamente, para la parte de renta variable de una cartera multiactivos, empezamos asignando capital a renta variable mundial de gran capitalización con un sesgo de calidad. El sesgo de calidad tiende a obtener mejores resultados a largo plazo y, sobre todo, requiere menos transacciones que, por ejemplo, un enfoque de valor o de pequeña capitalización. Además, las empresas de gran capitalización del mundo son las más grandes por una razón. Se trata de empresas que, en la mayoría de los casos, se benefician de ventajas comparativas sustanciales y del consiguiente rendimiento superior del capital invertido.

Esta asignación básica a renta variable mundial suele complementarse con una asignación a renta variable del mercado nacional de la divisa de referencia de la cartera. La ponderación relativa de la renta variable mundial frente a la nacional variará en función del grado de preferencia del inversionista por la divisa nacional. Por último, aportamos un poco más de diversificación a nuestra AEA añadiendo una selección de exposiciones a mercados emergentes y activos inmobiliarios cotizados.

¿En qué afecta todo esto a los inversionistas?

Siguiendo un marco disciplinado, comprendiendo las características únicas de las distintas clases de activos y haciendo ajustes tácticos bien fundados, los inversionistas pueden sortear las incertidumbres del mercado y construir carteras resilientes. Los principios clave para evitar errores, mantener una perspectiva a largo plazo y aprovechar la experiencia de un gestor de patrimonio son cruciales para lograr el éxito sostenible de las inversiones.

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